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La ciudadela gijonesa de Capua: de infraviviendas obreras a espacio etnográfico

El recinto residencial construido en 1877 por el indiano Celestino Solar fue recuperado por el Ayuntamiento como espacio museístico en 2003

Paco Álvarez

El concejo de Xixón recibió el siglo XX con una población que apenas alcanzaba los 50.000 habitantes (muy lejos de los 272.000 con los que cuenta en la actualidad, según datos del Instituto Nacional de Estadística). Como curiosidad, por entonces las dos principales ciudades asturianas, Uviéu y Xixón, prácticamente estaban empatadas en población. Fue el desarrollo industrial a lo largo del siglo XX el que propició el despegue demográfico de la villa de Jovellanos, con un estirón especialmente significativo en la década de los años 20, en la que duplicó su número de habitantes para situarse en una cifra que rozaba las 100.000 personas. La llegada de mano de obra procedente de otras zonas del territorio asturiano y de otros territorios de la península puso a prueba, ya en el último tercio del siglo XIX, la capacidad de la ciudad para acoger nuevos residentes de extracción humilde en viviendas que reunieran unas condiciones de salubridad y de habitabilidad mínimamente aceptables.

La búsqueda de soluciones al problema de la vivienda llevó a la edificación de un sinfín de ciudadelas: recintos residenciales de infraviviendas construidas por empresarios e inversores de la burguesía con materiales de escasa calidad y destinadas al alquiler a familias de clase trabajadora, que en el periodo de entresiglos proliferaron en Xixón, aunque ese modelo habitacional no era, ni mucho menos, exclusivo de esta ciudad; había nacido y se había desarrollado en el Reino Unido al calor de la revolución industrial, se vio replicado en otros países, y en Asturies las ciudadelas se plasmaron en el desarrollo urbanístico no sólo de Xixón, sino también de otras localidades de las cuencas mineras y en Uviéu. El caso más emblemático, por su devenir y por su pervivencia histórica, lo representa la ciudadela de Celestino Solar, ubicada en la gijonesa calle Capua, que el Ayuntamiento recuperó a principios del presente siglo como espacio museístico para dar a conocer sobre el terreno las duras condiciones de vida de una parte del proletariado que nutría con mano de obra a las fábricas, a las pequeñas industrias y a los talleres sobre los que se cimentó el desarrollo económico y demográfico de esta ciudad.

La ciudadela en los años 70

En Xixón llegó a haber más de un centenar de ciudadelas en una franja urbana que discurría en paralelo a la costa entre la calle Capua y lo que entonces se conocía como El Arenal de San Lorenzo (en un parte del mismo nació posteriormente el barrio de La Arena), y hay fuentes que elevan hasta más de dos centenares el número de ciudadelas que salpicaron todo el mapa urbano de la ciudad en las décadas de transición entre los dos siglos. La historiadora mierense Nuria Vila Álvarez explica al respecto que “la promoción de alojamientos para obreros, como es el caso de las ciudadelas, por parte de particulares, sin que llegase a constituir un gran negocio, sí atrajo las inversiones de una no desdeñable parte de la burguesía y el comercio de Gijón”. Añade que la necesidad de “rentabilizar el suelo adquirido en el ensanche de El Arenal, unida a la existencia de una creciente demanda de alojamiento popular, condujeron a la burguesía y a los industriales gijoneses a invertir en la construcción de viviendas obreras en esta zona”.

La historiadora asegura que lo que impedía a la clase obrera “satisfacer de forma digna sus necesidades diarias, comprendida la vivienda, no era tanto los bajos salarios como la precariedad del trabajo, y la inseguridad laboral era más alta cuanto menor fuese la cualificación del trabajador”. Agrega que en el caso de los trabajadores empadronados en la ciudadela de Celestino Solar, “entre los que el porcentaje de jornaleros era muy elevado, el desempleo estacional impedía a las familias planificar el futuro. En estas condiciones, el acceso a la propiedad de la vivienda era mucho más que una utopía, cuando cada día las mujeres obreras debían luchar para conseguir el alimento diario de los suyos. La escasez y la inseguridad salarial obligaban a las clases populares a tener que amoldarse a la oferta de alojamiento que podían pagar, estuviese éste en las condiciones que estuviese”. Por ello, concluye, “cuando conseguían una vivienda, intentaban permanecer en ella, aunque no siempre fuese posible atender al pago del alquiler con el salario del cabeza de familia”.

La ciudadela de Celestino Solar, edificada entre 1877 y 1888 en un solar interior del llamado Ensanche de El Arenal con los dineros de Celestino González Solar, indiano gijonés que había reunido cierta fortuna en Cuba como comerciante, es la única que se conserva hoy en día. Inicialmente fue conocida como la ciudadela de La Garita y luego fue llamada, sucesivamente, ciudadela de Manuel González Solar (hermano del Celestino, con el que se casó la viuda del indiano tras el fallecimiento de éste), ciudadela de Solar, ciudadela de Celestino González Solar, ciudadela de herederos de Solar… En la década de los años 30 fue colocada en el estrecho callejón de acceso a la misma una placa que oficializó su nombre para la posteridad como Ciudadela de Celestino Solar, si bien era y sigue siendo conocida popularmente como la Ciudadela de Capua, por su ubicación, en el número 17 de la calle del mismo nombre.

Cocina en una de las viviendas de la ciudadela Foto: Luis Sevilla

Estuvo habitada a lo largo de más de un siglo por un promedio de un centenar de personas, y se llegó a documentar la presencia de hasta once residentes en alguna de sus 24 viviendas, con una superficie cada una de ellas entre 28 y 38 metros cuadrados. En eso que ahora bien podrían llamarse micropisos había un espacio mínimo que hacía las veces de pasillo, una cocina, una salita y dos dormitorios; y en origen sólo una de las estancias, la salita, tenía ventana. Algunas de esas viviendas, señala Nuria Vila, cumplían también la función de lugar de trabajo para las modistas o sastras y para artesanos que tenían el taller en el interior de sus casas, “con lo cual el espacio puramente residencial se restringía aún más si una de las piezas perdía su función habitacional y se transformaba en espacio de trabajo”.

El acceso único a la ciudadela era un pasadizo estrecho que desembocaba en la pared de la primera casa, conocida genéricamente en las ciudadelas como ‘casa tapón’. Eso, unido al hecho de que ninguna de las viviendas tenía ventanas al exterior, hacía que la ciudadela estuviera fuera del alcance de las miradas de los viandantes que transitaban por la calle Capua, en un intento de evitar que la pobreza de las clases populares ‘afeara’ el paseo por esa zona de Xixón. La invisibilidad de la ciudadela respecto a la ciudad contrastaba con la visibilidad extrema en la que tenían que desarrollar la vida vecinal sus habitantes, puesto que las viviendas carecían, entre otras cosas, de servicios sanitarios y sus gentes debían compartir los retretes y el pozo de agua en el patio común, y el lavadero de puertas afuera.

Acceso a la ciudadela Foto: Luis Sevilla

Más allá de la primera impresión, tal vez bucólica, que pueda ofrecer en la actualidad una visita a la ciudadela, parcialmente ajardinada y remanso de silencio en el centro de la ciudad, la vida allí nunca fue fácil ni cómoda para sus habitantes, privados de la privacidad y del confort del que disfrutaba la población de un estatus social más alto. La historiadora Nuria Vila aclara al respecto que «la vida en las ciudadelas era dura, pero no diferente a la de las clases populares; hay que tener en cuenta que en la mayoría de las casas de Gijón no había agua y los retretes eran un lujo».

Con todo, en la ciudadela de Capua se estrechaban los lazos de comunidad y de solidaridad entre sus residentes, entre otras cosas porque ese piño de viviendas pronto se convirtió en un enclave de clase obrera rodeado por casas suntuosas de la burguesía gijonesa en la manzana comprendida entre el Martillo de Capua y la calle Marqués de Casa Valdés, y sus habitantes. Nuria Vila escribe en su libro Un patio gijonés. La ciudadela de Celestino González Solar (1877-1977), que una parte importante del ocio y de las actividades de entretenimiento de la comunidad vecinal tenían como escenario el patio de la Celestino Solar, dado que en aquella época “las diversiones eran caras y estaban en la zona centro de la ciudad. Por ello, los vecinos de la ciudadela crearon en el espacio del patio o en sus cercanías sus propias actividades de ocio”. En la ciudadela, detalla, en alguna ocasón ardió una foguera de San Xuan, las mujeres celebraban el Xueves de Comadres, las gentes del lugar se reunían para jugar al bingo, y se acompañaban y se apoyaban en acontecimientos alegres o tristes: bautizos, bodas, velatorios…

Habitaron la ciudadela de Capua trabajadores y trabajadoras de oficios muy diversos: obreros, cigarreras, jornaleros, costureras, camareros, sirvientas, cocheros, lavanderas, pescadores, pescaderas, repartidores, cocineras, guardias municipales, vendedoras de prensa… La ciudadela fue despoblándose paulatinamente con la creación o con el desarrollo de barrios que fueron atrayendo a las familias obreras gijonesas. Sin habitantes ya (la última vecina falleció a mediados de los años 70) y con sus construcciones muy deterioradas, la ciudadela de Capua fue precintada en 1987 mediante la instalación de una verja en el callejón de acceso a la misma. En el año 2000, con la socialista Paz Fernández Felgueroso como alcaldesa, esos terrenos pasaron a ser propiedad municipal por una permuta con sus antiguos propietarios y, a propuesta del Grupo Municipal de Izquierda Unida, la ciudad recuperó su ciudadela como espacio etnográfico en 2003 mediante un proyecto de Luis Estébanez Garrido, arquitecto municipal en esos años, que acometió la urbanización del patio, la recreación de los volúmenes de una parte de las antiguas casas y la creación de una zona ajardinada. La ciudadela reabrió sus puertas en enero de 2018, con una museografía renovada y adscrita al Museo del Ferrocarril de Asturias (ubicado en la antigua estación del Norte), dentro del área de Museos Industriales de la Fundación Municipal de Cultura, Educación y Universidad Popular.

Interior del museo en la ciudadela Capua Foto: Luis Sevilla

El museo, con una superficie total de 277 metros cuadrados, se divide en dos partes: el patio grande, con un pequeño parque y paneles informativos, que conserva los muros maestros de las antiguas viviendas, restos del suelo original y el muro que cerraba la ciudadela en el momento de su construcción; y el patio pequeño, donde se recrea una de las cuatro hileras de viviendas que allí hubo, con mobiliario y ajuar de mediados del siglo XX, y donde hay también una exposición permanente y una exposición temporal, sustentadas en la profusa investigación histórica de Nuria Vila. En el callejón de acceso dan la bienvenida a las y los visitantes unas ilustraciones, reproducidas a gran tamaño, del dibujante Ernesto García del Castillo Neto que reconstruyen algunos aspectos de la vida vecinal de hace un siglo.

Hasta el 31 de marzo se puede visitar la exposición «El tiempo del trabajo. Oficios y ocupaciones de los habitantes de la Ciudadela de Celestino Solar» Foto: L. Sevilla

La ciudadela de Celestino Solar tiene abiertas sus puertas al público, con acceso gratuito, todos los días de la semana salvo los lunes, entre las 11 y las 19 horas. Se ofrecen también visitas guiadas para grupos, hay que concertarlas previamente. Hasta el 31 de marzo de 2022 se puede visitar en ella la exposición temporal El tiempo del trabajo. Oficios y ocupaciones de los habitantes de la Ciudadela de Celestino Solar, en la que, a través de casi medio centenar de fotografías procedentes de las fototecas del Muséu Etnográficu del Pueblu d’Asturies, el Museo del Ferrocarril, el Fondo Vinck y algunos particulares, se muestran desde distintas perspectivas los trabajos y el ritmo laboral de las mujeres y hombres que habitaron esta ciudadela que hoy forma parte de la memoria industrial, etnográfica, histórica, irrenunciable, de Xixón y de Asturies.