Miles de “bizcochos” que no llegaron a convertirse en platos yacen sobre el suelo de la vieja fábrica de San Claudio. La que fue la vajilla del regalo de boda de sucesivas generaciones a lo largo de todo el siglo XX se sigue comercializando bajo la marca de San Claudio, pero la fábrica cerró en 2009. En los últimos años, bajo el señuelo de un plan de expansión, hubo en la plantilla quienes llegaron a desplazarse para enseñar sus técnicas a trabajadores marroquíes. Ahora toda la producción se realiza en Marruecos.
La fábrica abandonada de San Claudio es ahora un territorio para el arte callejero y clandestino. La mano de diversos grafiteros ha intervenido sobre sus ruinas para convertirlas en un museo escondido.
Fotografías y textos de Rubén Vega, 2019.